Querida Ashley – Week 2

Llevo una semanita bastante ajetreada entre el curso de Finanzas al que he asistido, el intento de persuasión para que la gente se inscribirse al taller, in vain (pero Lina y yo nos hemos inscrito YAY to be continued) y el mucho trabajo acumulado ya que una compañera está de baja; todo esto para deciros que no he tenido tiempo de cumplir con mi schedule y publicar.

Este va a ser el primer post de “One Thing Each Week” y con orgullo lo dedico a mi querida Ashley.

Erase una vez una gana desproporcionada de aprender a tocar la guitarra. Tengo una voz muy bonita, todo el mundo siempre que me escucha tararear me dice que debería participar a algún concurso de talentos y yo siempre les digo que me da vergüenza, pero si reconozco que tengo un don y además me siento bien cuando canto.

Así que me compré una guitarra, Ashley, la guitarra naranja. Sí, de esas clásicas de 39,99 Euros que compras en el cash converter de segunda mano. Pensando que iría paseando con ella por la calle hasta le compré una funda para que no se estropeara. Estaba tan contenta y entusiasta, me regalaron también el afinador, estaba lista para emprender mi camino musical.

Tomé dos clases con un chico que conozco, la tercera no hubo lugar porque el se había olvidado de la clase, quizas por fumarse tantos porros, digo yo, nunca se explico demasiado bien. Decidí ser autodidacta, aprendí a tocar “Candy” de Paolo Nutini que en aquel entonces adoraba – me sigue gustando pero en plan menos groupie, creo… – luego “Stand by Me”, todo un clásico, “Cupid” y “Wonderful World” de Sam Cook, “La canzone del Sole” de Lucio Battisti, un básico de la canción italiana y estaba aprendiendo bastante. Hasta mi madre me compró OTRA guitarra para navidades para cuando volviera a casa y pudiera practicar, con OTRO afinador… Nunca hay que parar una estrella naciente.

Un día otra tensión se apoderó de mi interés y fui dejando la guitarra cogiendo polvo detrás de la cesta de las revistas, allí al lado del sofá, a mano, por si a caso.

El por si a caso duró 3 años, me mudé, la puse en la funda y me la llevé al piso nuevo y le encontré un lugar perfecto del que no había vuelto a moverla. Hasta la semana pasada.

Mi amiga Laura me la pidió prestada y yo se la regalé. No la he usado en 3 años. He tenido que arrastrar con ella durante la mudanza, estaba allí mirándome y creciendo mi sentido de culpabilidad por haber dejado otra cosa a mitad. Laura seguramente le dará mejor uso que yo.

Mucha suerte a la segunda vida de Ashley y que sea protagonista de muchos más momentos musicales 🙂

¿Y tú qué opinas?